domingo, 28 de marzo de 2021

¡El gran hallazgo: la mente, "fábrica" del mundo!... Fragmentos del diario de Kant (4)


Fragmentos del diario personal de Kant 
* NOTA IMPORTANTE. El equipo de investigación de este blog no garantiza la fiabilidad de estos documentos (ni la fiabilidad de nada, en general). En cualquier caso, recomienda no citarlos en exámenes, trabajos ni congresos científicos, hasta tanto no se compruebe su veracidad.



Königsberg, 3 de marzo de 1771.
¿Cómo es posible un conocimiento que sea tan universal y necesariamente verdadero (como exige el racionalista) y que describa el mundo que vemos (como pide el empirista)? Esos conocimientos existen; ahí está la ciencia para probarlo. Sí. ¿Pero cómo son posibles?... Pues bien, después de muchos meses estoy a punto de gritar ¡¡Eureka!! Llevo unos días poseído por un entusiasmo que me hace perder la noción habitual del tiempo y del espacio. Mi mente da vueltas como un planeta alrededor del Sol. Y ese Sol es una enorme y brillante idea que me mantiene sujeto como un imán y deslumbrado. ¡¡Creo que he hallado una solución para mis juicios sintéticos a priori!!



 Königsberg, 5 de marzo de 1771.
¿Qué es conocer? Hasta ahora pensábamos que nuestra mente había de adaptarse a los objetos del mundo para conocerlo. Esto es cierto y no lo es. Los objetos también han de adaptarse a nuestra mente para ser conocidos. ¡Mi teoría ha dado un giro copernicano a la cuestión! Ahora es también el mundo el que ha de girar alrededor de nuestra mente, como la Tierra de Copérnico gira alrededor del Sol. ¿Cómo no se me había ocurrido antes?

Königsberg, 4 de marzo de 1771.
¿Cómo conoce nuestra mente los objetos? Solo un ingenuo pensaría que la mente se limita a reflejar como un espejo lo que ocurre frente a ella. La mente es una poderosa y compleja máquina de producir conocimientos. Opera como un telescopio al mirar el cielo. 
Del mismo modo que las lentes y tubos del telescopio deforman, reconducen y reconstruyen la fuente de luz, la mente recoge lo que llega a nuestros ojos deformándolo y construyéndolo a la medida de sus “lentes” y “tubos”. Jamás vemos el mundo tal como es, sino según la forma en que nuestra mente puede captarlo y pensarlo. Podemos pensar que exista la cosa tal como es en sí misma (y a esto le llamaré el "noúmeno"), pero nunca podré conocerla como tal, sino como mi mente la transforma al captarla, es decir, como “fenómeno” producido por mi propia mente al entrar en contacto con el “noúmeno”. El conocimiento es una síntesis terriblemente compleja entre lo que pone mi mente (la forma en que veo y pienso) y lo que me viene de fuera (la materia ignorada del noúmeno). 
¡Y lo tremendo es que no puedo “salirme” de mi forma de ver y pensar el mundo! ¡Todo lo que vea y piense será una representación o idea que mi mente produzca según su particular forma de ver y pensar!  En conclusión: lo que tengo ante mis ojos no son las cosas, sino la idea que mi mente fabrica a partir de esas supuestas cosas. ¡Idealismo! Este es el nombre adecuado a esta teoría que desde ahora mantengo.

Königsberg, 10 de marzo de 1771,
Sigo cavilando. Apenas como ni duermo. Estoy seguro de haber dado con algo grande. Supongamos que el conocimiento es, como decía, una síntesis entre lo que pone el mundo y lo que pone la mente. Es decir, entre la materia bruta del estímulo y la forma que nuestra mente tiene de procesarlo. ¿Cómo será esa forma en que nuestra mente trata lo que le llega de “fuera” (informándolo, es decir, dándole su forma y produciendo así la información o conocimiento)? 
Veamos. Esa forma es a priori, es decir, previa a toda experiencia o contacto con el mundo, pues es como el conjunto de piezas de que está hecha nuestra mente como “máquina del conocimiento”. Si en un futuro existieran máquinas artificiales para almacenar y organizar el conocimiento (podrían llamarse ordenadores o algo así), éstas tendrían que poseer como unas instrucciones previas (un “programa” diseñado a priori) con las que reconocer y catalogar los datos que le introdujéramos. Pues bien. Si la mente es algo así, su forma de conocer y ordenar lo que el mundo le introduce a través de los sentidos, responde a un “programa” a priori. Este “programa” es, además,  ¡universal!, común a todos los seres racionales, pues todos tenemos, en esencia, una misma “máquina” cognoscitiva. ¡¡Dios!! ¡Casi no me atrevo a decir lo que tengo en la cabeza!... Si fuera tal como digo, los conocimientos tendrían la validez universal a priori que le presta nuestra forma a priori y universal de conocer, y darían información sobre el mundo en cuanto dichas formas se apliquen al material de la experiencia, a lo que nos llega de fuera… ¡¡Así sí que son posibles los juicios sintéticos a priori!!


Königsberg, 14 de marzo de 1771.
¿Cómo son posibles verdades universales sin aceptar un mundo platónico o trascendente más allá de lo particular? Ahora lo veo sencillísimo. Mis conocimientos son universales y necesarios en cuanto lo que en ellos se dice no puede ser de otro modo (como cuando digo que “todo suceso tiene una causa” o “la recta es la distancia más corta entre dos puntos”). Y no puede ser de otro modo, ¡¡porque no puedo pensar de otro modo!! Las causas, o las leyes de la geometría, son parte de nuestra forma de pensar y ver el mundo. No están en un mundo lejano de ideas platónicas, sino en el inmediato mundo de la mente, en la forma inevitable que tenemos los seres racionales de razonar y percibir. Me parece tan claro que todo ocurra por alguna causa porque la mente no puede concebir el mundo sin ciertos conceptos, entre ellos el de causalidad. Me parece tan verdadero que la recta sea la menor distancia entre dos puntos porque la mente no puede percibir nada si no es según ciertas leyes geométricas
Los principios y las leyes de la física y la matemática no están en el mundo empírico, pero tampoco en el mundo de Platón… ¡¡Están en el mundo de nuestra mente racional!! ¡¡Forman parte de nuestra forma universal de ver y comprender, de ese “programa” instalado en toda mente racional, y que yo llamaría “subjetividad trascendental”!!








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