lunes, 1 de octubre de 2012

Tumultuosa rueda de prensa de los filósofos pluralistas










De nuestro corresponsal en Atenas. Siglo V a.C. Los tres “filósofos” del momento, Empédocles, Anaxágoras y Demócrito, decidieron ayer ofrecer al público los resultados de su investigación sobre la physis en una rueda de prensa que, tras las preguntas de algunos periodistas, desembocó en una virulenta discusión y la salida airada de dos de los filósofos de la sala. Este blog ofrece en rigurosa exclusiva un extracto de lo que allí ocurrió.

Anaxágoras.- Señores, silencio por favor (Se oyen múltiples rumores en la sala; al parecer la indumentaria del filósofo Empédocles ha levantado revuelo; Demócrito, entre tanto, ríe a carcajadas mientras conversa con algunos periodistas). ¡Silencio! (el público de la sala, abarrotada, al fin se calla). Ejem. Señores. En la filosofía se abre hoy una nueva etapa, la etapa pluralista. Durante estos últimos cien años, nuestros antecesores han extendido creencias que, pese a su esfuerzo y buena intención, han llenado de errores las cabezas de nuestros contemporáneos. Desde el ínclito Tales y sus secuaces hasta el agudo Parménides, pasando por los sabios pitagóricos y por el oscuro y soberbio Heráclito, se ha mantenido la peregrina idea de que todo se reduce, en realidad, a una única cosa o principio. Ya sea el agua de Tales, el aire de Anaxímenes o el número de Pitágoras. Pero el gran Parménides demostró que de una sola cosa solo puede provenir ella misma, y que además ésta, por su soledad, no tiene motivo ni ocasión ninguna para moverse o cambiar, negando así lo que parece a todas luces evidente: que el mundo está lleno de múltiples cosas que cambian y se mueven.
Empédocles.- ¡Inadmisible, eso es inadmisible! Pero nosotros, gracias a nosotros mismos (especialmente a mí) y no a los dioses, hemos descubierto la Verdad, que más luminosa aún que el sagrado Sol ha incendiando nuestras almas del fuego de la...
Anaxágoras.- Abreviando. La naturaleza, afirmamos nosotros, consta de múltiples principios, infinitos diríamos yo y mi colega Demócrito aquí presente, o tal vez cuatro como afirma el venerable Empédocles…
Empédocles (con voz cavernosa y afectada).- ¡Cuatro son las raíces de las cosas: Zeus resplandeciente, Hera avivadora, Aidoneo y Nesti que de lágrimas destila la fuen…!
Anaxágoras (interrumpiéndolo bruscamente).- Es decir, fuego, aire, tierra y agua, ¿no maestro? (Empedocles hace un gesto de desprecio y se calla). Pues bien, de estos elementos, finitos o infinitos, hemos descubierto que están hechas todas las cosas, muchas y cambiantes ellas, pero únicos y permanentes aquellos.
Demócrito.- A ver, ¿nadie en esta sala ha gozado de pequeño con esos juegos de construcción en los que, con pequeñas piezas, bien duras y diferentes, se podían imitar, engarzándolas con habilidad, el Partenón o el teatro de Dionisos? Pues a imagen de esos juegos de construcción está hecha la realidad. Cada uno de los objetos y seres que vemos no son más que combinaciones afortunadas de esas infinitas y minúsculas piezas, indivisibles ellas, que yo llamo átomos. Las múltiples cosas visibles se construyen y se destruyen, nacen y mueren, pero los átomos invisibles, sus piezas, son siempre los mismos y jamás se destruyen. ¿Habéis entendido?
Periodista 1.- Aristóbulo, de Noticias del Ática. ¿Cómo se reúnen y se desunen esos átomos o lo que sea para formar las cosas? ¿Algún dios, quizás, es el que juega con ellos?
Anaxágoras.- ¡Dios no, sino “Nous” se llama la suprema  Inteligencia que hace torbellino de esos elementos minúsculos y da lugar a los compuestos que conocemos!
Demócrito.- Ja, ja, ja… Mi estimado colega Anaxágoras persiste en viejas creencias de viejas. No hace falta “Nous” ninguno, querido. Mis átomos, al menos, se mueven ellos sólitos y sin quererlo nada ni nadie se unen y se desunen oportunamente para formar este sol que nos alumbra o tu anticuada y venerable cabeza.
Anaxágoras.- Te recuerdo, Demócrito de Abdera, que por negar todo tipo de viejas creencias, y afirmar que el sol no es más que una piedra llameante, me ando jugando esa cabeza ante las ignorantes multitudes. Un poder inteligente, mi “Nous”, es, quieras tú o no quieras, necesario para que el movimiento de esas semillas, de las que todo está hecho, tenga dirección y sentido.
Empédocles.- ¡La Discordia, como veis, pero también el Amor, mueven el mundo! Son estas viejas fuerzas en movimiento las que unen y desunen, alternativamente, y según antiquísimas leyes, las raíces del cosmos!
Demócrito.- ¡Qué diablos de leyes! ¡De qué Amor y Discordia hablas! Me desconciertas con ese lenguaje, impropio de filósofos. ¡El cosmos no es más que una colección de infinitos átomos moviéndose en el vacío y creando mundos y cosas diversas al chocar unos con otros!
Periodista 2.- Aristógato, del Maratón Noticiero. Si no he entendido mal ustedes pretenden justificar con argumentos la existencia de la pluralidad y el movimiento. ¿No es así?
Anaxágoras.- Así es, joven.
Periodista 2.- Pero comienzan su argumento diciendo que el principio de la realidad son muchos átomos, semillas o lo que sea, y que estas cositas están en movimiento, bien por sí solas, bien ayudadas por el Amor, el Odio y cosas así. ¿No es esto?
Empédocles.- Más o menos.
Periodista 2.- Entonces, o mucho me equivoco, o están ustedes demostrando la pluralidad y el movimiento con el astuto argumento de que por principio existen la pluralidad y el movimiento. ¿No es así?
Empédocles.- Hum. Noto en este joven cierta ironía…
Periodista 3.- Aristópsema, de La Verdad de Elea. El sabio Parménides decía que ni el cambio ni el movimiento eran posibles, pues lo que cambia, en tanto cambia, es y no es lo mismo, y lo que se mueve, en tanto se mueve, está y no está en el mismo sitio. No veo por ninguna parte que sus teorías pluralistas contradigan en nada estos argumentos.
Periodista 2.- ¡Cierto! Si el Amor hace el milagro de unir las piezas de mi mente para que logre comprender a Empédocles, yo entonces he cambiado, pero en ese caso soy el mismo aunque ya no lo sea. ¿Cómo se explica esto?
Empédocles (muy enfadado).- Sigo notando mucha ironía en ese joven.
Demócrito.- Ja, ja, ja… ¡Pero tiene toda la razón! Los argumentos de Parménides contra la pluralidad y el cambio son irrefutables. La única prueba de que existen muchas cosas y de que cambian es… Que lo vemos. Pero, ¿es cierto lo que vemos? Yo estoy convencido de que no. En realidad la realidad son átomos y vacío. Todo lo que vemos es ilusión. En fin…
Anaxágoras.- (Estallando) ¡Vacío! ¿Pero de qué hablas? Te ríes tú de mi “Nous” y no te ríes de tu absurda noción de vacío!
Demócrito.- Oye, yo me río de todo. Pero lo más risible de todo es que tú y ese poeta de Agrigento (señalando a Empédocles) penséis que vuestras extrañas partículas puedan ser muchas y moverse en ausencia de vacío. ¿Qué las distingue entonces? ¿Cómo pueden desplazarse si todo está lleno de ellas? ¿Me lo podéis explicar, por favor?
Empédocles.- (cada vez más enfadado) ¡¿Y puedes tú explicarnos, sin artificios poéticos por supuesto, qué diablos es ese “algo que no es nada” y a lo que tú llamas "vacío"?!
Demócrito.- ¡¡Pregúntaselo a los físicos de dentro de veinte siglos, a ver si ellos te lo saben decir!!
Periodista 2.- Ja, ja, ja. Parece que entre Empédocles y Demócrito ha estallado la Discordia, ja, ja…
Empédocles.- ¡Te lo avisé! (Le tira una de sus sandalias de bronce al periodista 2). ¡Mira a ver si nace el Amor entre esa y tu cabeza, insolente!
Demócrito.- (Con una amarga sonrisa) Veis, todo esto demuestra que el mundo no está regido por ninguna “Inteligencia”.

(Anaxágoras se marcha indignado. Empédocles ha salido corriendo detrás del periodista 2 y de su valiosa sandalia. Los demás periodistas salen. Tan solo quedan unos cuantos alrededor de Demócrito que se queda hablando animadamente con ellos. Parece que charlan acerca de los cuidados que requieren las viñas y de cómo hacer buen vino). 




No hay comentarios:

Publicar un comentario