sábado, 27 de octubre de 2012

Escenas de la vida de las ideas platónicas (y IV)


Idea2.- Nunca hubiera creído que yo existiera tal como dices, tan así, estoy impresionada, como flotando por fuera del espacio y del tiempo.
Idea1.- Pues así de flotante eres. Si creías que existían las cosas de carne y hueso, con mucha más razón has de creer que existimos tú y yo totalmente descarnadas y deshuesadas.
Idea2.- Me lo puedes repetir, que aún no me lo creo del todo.
Idea1.- Sin nosotras nada se podría conocer, pues conocer algo es verlo y comprenderlo bajo aspectos comunes y atemporales, es decir, bajo la luz que nosotras, las ideas, le prestamos.
Idea2.- Sin las ideas todo sería ignorancia y oscuridad.
Idea1.- O ni tan siquiera eso, porque todo lo que existe, incluso lo más oscuro y dudoso, ha de existir con identidad, y eso, la identidad, también es gracias a nosotras. ¿Qué sería cualquier cosa si careciera de una forma idéntica siempre a sí misma?
Idea2.- Nada. Pura diferencia y cambio.
Idea1.- Ni siquiera eso, pues la diferencia existe si es idéntica, y no diferente de sí misma. Y el cambio es porque es, sin cambiar, lo que es.
Idea2.- ¿Entonces ni siquiera es nada lo que se divide y cambia?
Idea1.- Solo es en cuanto se relaciona con nosotras, lo indivisible y fijo.
Idea2.- Pero, entonces, ¿son o no son las cosas del mundo visible?
Idea1.- Son…relativamente. Relativamente a nosotras, las cosas del mundo invisible y pensable.
Idea2.- Como si hubiera dos mundos o dos maneras de ser.
Idea1.- Eso, como sí. Como si existiera un mundo de cosas sensibles y otro de ideas inteligibles. Pero con una gran diferencia entre ambos.
Idea2.- ¿Cuál?
Idea1.- Que el mundo de las cosas sensibles solo existe por relación al de las ideas, que es el único que de verdad es.
Idea2.- Es muy extraño.
Idea1.- Por cierto. ¿Cómo sabes que es muy extraño y no poco?
Idea2.- Pues lo comparo con otras cosas extrañas que conozco y esta se lleva la palma.
Idea1.- ¿Y cómo conoces la diferencia entre lo menos extraño y lo más extraño?
Idea2.- Pues supongo que tengo un idea de lo “más extraño del mundo” y, comparando las cosas extrañas con esa idea unas me parecen poco extrañas y otras mucho.
Idea1.- Y de eso que dices que es “lo más extraño del mundo”, ¿habrá algo más extraño aún?
Idea2.- No podría ser, pues para comparar la extrañeza de ambas cosas, tendríamos que volver a pensar en “lo más extraño del mundo”. 
Idea1.- Muy bien, y pensaríamos en ello aunque tamaña cosa no exista en ese mundo lleno de cosas extrañas.
Idea2.- ¿Qué dices?
Idea1.- Algo como que “lo más extraño del mundo” será parecido a “lo más perfectamente extraño”.
Idea2.- Parecido no, será lo mismo. Aunque me resulta raro pensar en lo que es perfectamente extraño, y si me obligaras a pensar en lo perfectamente dudoso, o perfectamente falso, o perfectamente malo, o perfectamente feo, y otras cosas así, te confieso que no sabría como concebir algo que es, a la vez, perfecto y feo, por ejemplo.
Idea1.- Tienes razón. Es muy extraño pensar en algo perfecto y, a la vez, extraño o malo. Pero dejemos ese oscuro sendero ahora y volvamos al camino principal. ¿Dirás que hay caballos que parecen más y mejor caballo que otros?
Idea2.- Lo diría, sobre todo si fuera experto en asuntos de caballos.
Idea1.- ¿Y dirías, sin problemas, que hay aceitunas más verdes que otras?  
Idea2.- Claro, y mil cosas por el estilo. Que hay día más lluviosos que otros, caramelos más o menos dulces, besos más o menos apasionados…
Idea1.- ¿Y dirás lo mismo en cuanto a las cualidades de las personas o de lo que ellas piensan y dicen?
Idea2.- ¿Cómo no?
Ideas1.- Dirás entonces, supongo, que hay personas más o menos inteligentes, y evaluarás lo que ellas dicen como más o menos verdadero, y las cosas que hacen las evaluarás también como más o menos justas o buenas, e incluso de su aspecto dirás que es más o menos hermoso.
Idea2.- Eso es.
Idea1.- ¿Pero podrías decir todo eso de las cosas o la gente si no creyeras saber algo de las cosas y las gentes más perfectas de todas?
Idea2.- ¿Cuáles son esas? ¿Los dioses acaso?
Idea1.- Algo parecido. ¿Podrías saber de un caballo si es mejor o peor sin creer que sabes algo del caballo óptimo o perfecto?
Idea2.- Me parece que no. Pues no tendría vara ninguna con que medir la calidad de un caballo.
Idea1.- ¿Y podría suponerse que esa vara de medir caballos no fuera igual a un caballo perfecto?
Idea2.- No podría suponerse, pues para suponerlo tendríamos que dejar de suponerlo. Como ves, ya hablo casi como tú.
Idea1.- Quieres decir que para dudar de la perfección de nuestra vara de medir perfecciones tendríamos que usar esa misma vara u otra que fuera de verdad perfecta.
Idea2.- Eso mismo. Si el caballo perfecto en que pienso no es tan perfecto como pienso será que hay un caballo de verdad perfecto en el que aún no he pensado del todo.
Idea1.- ¿Será por tanto útil y sabio buscar el conocimiento de tales caballos perfectos?
Idea2.- Sí, y más aún, de esas otras cosas que has dicho: la inteligencia perfecta, la verdad perfecta, la bondad y la justicia perfecta…
Idea1.- ¿Y solo aquel que sepa algo de la verdad perfecta podrá decir verdades y juzgar las de los demás?
Idea2.- Solo él y en la medida en que sea sabio.
Idea1.- Y, de igual modo, solo aquel que sepa algo de la justicia perfecta podrá proponer y hacer leyes justas y juzgar correctamente las acciones de los demás.
Idea2.- Solo ese será un buen político, si es lo que quieres decir, que es algo que siempre hace falta en las ciudades, tanto en las de antes como en las de ahora.
Idea1.- Y dime de nuevo, ¿dónde hemos de mirar para lograr algo de ese conocimiento de las cosas perfectas? ¿Al mundo de los seres sensibles o al de las ideas que dijimos?
Idea2.- Al segundo, supongo, pues que yo sepa en el mundo sensible no hay nada de perfecto o absoluto. Al menos yo no encuentro allí nada como caballos o aceitunas perfectas, y menos aún, personas perfectamente inteligentes o justas, ni tampoco nada tan bello que desespere de encontrar algo más bello aún.
Idea1.- ¿Entonces serán esos modelos de perfección algo así como ideas o ideales, habitantes de un mundo que, por ser todo en él perfecto, carece de la división y de la corrupción en el tiempo que caracteriza al mundo de lo sensible?
Idea2.- No habrá más remedio que pensar eso, pues lo perfecto no puede brotar de lo imperfecto.
Idea1.- Ni del mundo ni de la mente de las gentes, pues ambas cosas son… ¿diríamos perfectamente imperfectas?
Idea2.- No, pues entonces no serían nada. Quizás sean imperfectamente imperfectas.
Idea1.- ¿Quieres decir perfectas ya? ¿Y no serán, más bien, imperfectamente perfectas, y por eso pueden parecerse en algo a lo perfecto pero sin llegar a serlo aún?
Idea2.- Me estoy haciendo un lío casi perfecto.
Idea1.- Quiero decir que, por ejemplo, los caballos de carne y hueso, imperfectos como son, serán también perfectos, al menos en la medida, poca o mucha, en que se parezcan en algo al modelo o idea de caballo.
Idea2.- Al Caballo, así, con mayúsculas.
Idea1.- Al Caballo en sí, perfectamente igual a sí mismo.
Idea2.- ¿Cómo si los caballos del mundo visible fueran copias o algo así de ese modelo ideal?
Idea1.- Eso es, como si fueran copias, cuyo ser no está en ellas, sino en el modelo del que son copias.
Idea2.- ¿Y los caballos que vemos pintados en algunas cavernas de esas tan antiguas? ¿No son a su vez copias de los caballos de carne y hueso?
Idea1.- Muy bien pensado. Serían copias de copias. Y su ser estaría aún más lejos de lo que parece que son. Más que “ser” parecerían ser las cosas que representan, las cuales no son, también, más que por parecerse a lo que realmente es.
Idea2.- A las ideas. Pero dime ahora, ¿cómo es que decías antes que las ideas son indivisibles? Tal vez lo sean por dentro, porque carecen de cuerpo. Pero siendo tantas como parece que son, ¿no habrá divisiones entre unas y otras?
Idea1.- Preguntas bien. Pero te toca responder a ti ahora. ¿Será esa multitud de ideas un montón amorfo, como las pelusas en el suelo de una peluquería, o más bien a la manera de un edificio bien construido, en las que unas partes dependen de otras, y estas otras son, por ello mismo, las más importantes?
Idea2.- Supongo que más bien a la manera de un edificio bien concebido, pues de otra manera difícilmente podría nadie concebir nada, si las ideas fueran en sí un revoltijo caótico.
Idea1.- Acabas de demostrar lo que piensas, justo por poder pensarlo. Piensa ahora esto: entre las ideas, igual que entre las piezas de un edificio, habrá alguna que sea la más fundamental de todas, de manera que, sin ella, difícilmente podríamos concebir las demás.
Idea2.- Tiene que haberla. En un edificio esa pieza yo diría que es la estructura.
Idea1.- ¿Y dirías que la estructura es la pieza con la que todas las demás partes del edificio han de relacionarse de una u otra manera?
Idea2.- Lo diría.
Idea1.- Dime ahora qué te parece que tienen en común todas las ideas y con qué han de relacionarse todas para mantenerse siendo lo que son.
Idea2.- Bueno, parecen distintas en que una es idea de lo blanco, otra lo es de caballo, otra de círculo, otra de igualdad, y así muchísimas más.
Idea1.- También, no lo olvides, una lo será de lo bello, otra de lo virtuoso y justo, otra de lo verdadero y así hasta agotar todo lo que es. ¿Pero no se parecen todas en algo, según dijimos antes?
Idea2.- Creo que lo sé, pero se me ha olvidado. Recuérdamelo.
Idea1.- ¿No dijimos que cada idea es idea de algo en cuanto óptimo y perfecto?
Idea2.- Ah, cierto. La idea de lo blanco es idea de lo blanco perfecto, la idea de lo justo es la idea de lo perfectamente justo, y así con todas.
Idea1.- ¿Tendrán entonces todas relación con la perfección?
Idea2.- Ahora entiendo, todas las ideas lo son por ser perfectas en aquello de lo que son.
Idea1.- ¿Tendrán entonces como cualidad común la perfección misma?
Idea2.- ¿Quieres decir que la forma o idea de todas las ideas es algo así como la idea de perfección?
Idea1.- ¡Perfecto! ¿Y lo perfecto no es algo así como el mejor estado de algo?
Idea2.- Lo es.
Idea1.- ¿Y lo mejor no es lo mismo que lo más bueno?
Idea2.- Bueno, sí.
Idea1.- ¿Y te extrañará entonces que a esa idea le llamemos idea del Bien, así, con mayúsculas?
Idea2.- No, de eso no me extraño. Pero sí de que las ideas sigan siendo tantas, aunque bien construidas unas por relación a otras, y todas por relación a esta idea magnífica que dices.
Idea1.- ¿Dirías que la idea de caballo perfecto es perfecta en cuanto a sí misma?
Idea2.- Sí, no hay una idea de caballo perfecto más perfecta que ella misma.
Idea1.- ¿Dirás entonces que hay algo más que perfección en esta idea, así como en todas las demás?
Idea2.- No sé que responderte.
Idea1.- ¿Sería perfecta la idea de perfección si no fuera la causa del ser de todas las demás?
Idea2.- No, pues en ese caso algo le faltaría para ser perfecta.
Idea1.- ¿Y podría esa idea tan perfecta hacernos comprender a todas las demás?
Idea2.- Necesariamente. Y, además, comprenderíamos todo perfectamente.
Idea1.- ¿Y es comprender perfectamente la completa unidad entre el que comprende y lo comprendido?
Idea2.- Sí.
Idea1.- ¿Podría haber, por tanto, más de una única y perfecta idea para aquél tan sabio que supiera comprenderlo todo desde esa perfecta idea?
Idea2.- No. Sobre todo si comprendemos al comprendedor en lo así comprendido.
Idea1.- ¿Y cómo no incluirlo, si será también una idea, como tú y como yo?
Idea2.- Eso me sigue pareciendo extraño, tal como la idea de extrañeza me extrañaba.
Idea1.- Eso es señal inequívoca de que hemos de seguir hablando y discutiéndolo.
Idea2.- Eres buena idea, aunque no perfecta, por lo que acabas de decir.
Idea1.- Es que soy la idea de un filósofo.

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